Se había levantado al despuntar el alba, incluso antes de que cantara el gallo. Cruzó el pequeño prado y se internó en el bosque, una brisa fresca le rozó la cara y pensó que el otoño ya estaba llamando a la puerta. El viento sopló con más fuerza y cayeron muchas hojas, amarillentas. En lo más recóndito de aquellos parajes sólo se oía el ruido de sus pasos sobre la hojarasca y el tímido ajetreo de algunos pajarillos en la floresta.
Para él era un día muy importante, era su primera intervención en la asamblea como representante de su municipio. Apretó el paso decidido a llegar cuanto antes a Gernika y…
Sonó el despertador, abrí los ojos y caí en la cuenta de que toda la verborrea que nos había suministrado nuestra guía el día anterior había tenido efectos secundarios. Había soñado con Gernika… con asambleas, bosques, traineras y…su puñetera madre.
Gernika-Lumo
Segundo día de andanzas por estas lejanas tierras del norte. 9 de la mañana, “requetepeinado” y sentado en mi asiento del bus, concretamente en el número 5. Y es que desde un principio la guía dejó las cosas muy claritas, nos asignó un asiento y cualquiera se salía del tiesto. De hecho sé de uno que intentó ocupar el asiento de otro y por poco sale “to espelucao”, como esa gallina con la que se ensañan todas las demás del gallinero.
Durante el trayecto a Gernika… pues más verborrea. Y allí que me la tragué toda sin rechistar, sin perder “puntá” y sin sopesar los efectos secundarios que me podría acarrear, a ver con qué soñaba por la noche.
Disertó acerca de Iglesias juraderas, lugar donde se hacían las votaciones, que si éstas eran de carácter secreto, que si cada uno introducía su voto en una bola de plata, la cerraba y la depositaba en una urna de cristal. Que si se avisaba de la celebración de las reuniones mediante el uso del cuerno, que si éste se hacía sonar desde todos los Montes Bucieros, que fueron cinco.
Pero Gernika también es muy conocida por unos bombardeos que tuvieron lugar el 26 de Abril de 1937. Atacaron un lunes de mercado con la intención de hacer el mayor daño posible. Hubo 126 muertos y se destruyó el 80% de la población. Pablo Ruiz Picasso recibió el encargo por parte del Gobierno de la República Española de pintar un cuadro para la Exposición Universal de París del 37. Ese cuadro se convirtió en un símbolo antibelicista. Tras la muestra, fue depositado en el Museo de Arte Moderno de Nueva York con la condición, por expreso deseo del autor, de que volviera a España una vez se hubiera instaurado la democracia.
Ya en Gernika nuestra guía nos condujo hasta una calle donde había una réplica del famoso lienzo sobre azulejos. Ante él, nuevas explicaciones y mientras todos estaban embelesados con tamaña disertación me salí del grupo, crucé la calle y los fotografié a todos desde atrás mirando el cuadro y muy calladitos y atentos.
Después nos dirigimos a la Casa de Juntas, allí nos proyectaron un audiovisual que casi nos pone los pelos de punta y posteriormente visitamos la Sala de Juntas. Salimos al exterior y nos mostraron un joven roble de unos 19 años, moribundo, el actual árbol de Gernika.
Volvimos al interior del edificio y accedimos a la Sala de la Vidriera. Nos sorprendió el tamaño de esta obra artesanal de los años 80.
Dejamos atrás el edificio y paseamos por unos jardines boscosos. Nuestra guía nos señaló el lugar donde se exponía protegido por recias columnas el tronco seco del Árbol Viejo, plantado en 1700.
Bermeo
Dejamos atrás Gernika, pasamos junto al estuario del Urdaibai y cruzamos Mundaka. Antes de acceder a la población costera de Bermeo el bus se detuvo en el puerto comercial. En una nave del puerto nos pusieron una percha, degustamos pintxos de anchoas, sidra y txacoli de Bakio, y más de uno hizo acopio de viandas y caldos de la tierra.
Nuestra guía nos contó que Bermeo recibió la Carta Puebla en el siglo XII, que era un puerto dedicado al comercio y a la caza de la ballena, que Fernando el Católico visitó el lugar en 1476, que en el transcurso del tiempo esta población costera sufrió numerosos ataques y padeció epidemias y por último, que la actividad económica actual se centraba en la sardina, el bocarte y la pesca del bacalao.
Y por fin visitamos Bermeo, subimos por una calle empinada que nos llevó a los pies de una construcción del siglo XV, se trataba de una casa torre que recibía el nombre de Torre Ercilla.
Junto a la barandilla existía un grupo de esculturas en bronce, representaban a un marinero anciano, una mujer con un bebe, una niña y una anciana, todos mirando al mar esperando el regreso el barco que había salido a faenar.
Desde aquel lugar divisamos la Isla de Ízaro, y en ese mismo momento la guía se prestó a contarnos una historia. Siempre hubo disputas con el vecino pueblo de Mundaka por la posesión de aquel desolado islote. Para dirimir tal desacuerdo se decidió organizar una carrera a bordo de traineras, el primer pueblo que llegase al salir el sol se quedaría con la isla. Cuentan que los de Bermeo le pusieron una luz al gallo, salieron antes y se hicieron con la posesión de la isla. También nos contó que otrora se erigió en aquel lugar un monasterio, también qué arribó el famoso pirata Sir Francis Drake y desde allí se dedicó a saquear la costa.
Visitamos la Iglesia Santa María de la Asunción en la plaza del ayuntamiento. Continuamos con la visita por aquellas pintorescas calles y llegamos a los restos de una muralla, ésta se cruzaba mediante la Puerta de San Juan.
A ambos lados de la puerta dos vendedoras de sardinas y bajo el arco una huella en la piedra que cuentan era del Apóstol San Juan, aunque nunca estuvo allí. A pisar aquella huella se le atribuye poder curativo… y ya imagináis qué sucedió.
Esperando que nos recogiera el bus me llamó la atención la disparidad de colores de las casas que daban al puerto. Cuentan las malas lenguas que se pintaban de distinto color para evitar que los marineros, que volvían borrachos, no se equivocaran de vivienda.
Para almorzar nos llevaron hasta un baserri a las afueras de Bermeo. Y allí dimos buena cuenta de un menú sin opciones a base de marmitaco, carne de ternera y de postre, natillas.
Santuario de Loiola
Entre el ajetreo del bus y la copiosa ingesta, he de reconocer que caí en los brazos de Morfeo, es que casi perdí el conocimiento. Cuando desperté ya estaba el bus aparcando junto al Santuario.
En este lugar, Azpeitia, nació en 1491 el que fuera fundador de la Compañía de Jesús: Íñigo de Loyola. Nuestra guía nos contó que en la defensa de Pamplona cayó herido y se recuperó de forma lenta y dolorosa en el Valle de Loiola, que durante su convalecencia se dedicó a la lectura de libros religiosos, también nos contó que esto motivó que cambiara la espada por el bordón de peregrino. Mucho se ha escrito sobre este buen hombre, el que quiera saber algo más…
Accedimos a la basílica de estilo barroco, y lo que más me llamó la atención fue su cúpula. Todo el grupo y mucha más gente se entretuvo con los detalles de tal obra de arte.
Después visitamos la casa de San Ignacio, torre de tres plantas, dos de ellas reconstruidas. Paredes recias en la primera y ladrillo en las dos superiores. Suelo y escaleras de madera.
Recorremos aquellas dependencias ancladas en el pasado y nos deleitamos con unos luminosos mosaicos antes de salir al exterior.
Ya fuera me entretuve fotografiando la impresionante cúpula y el resto de la basílica. Paseé por los jardines engalanados de vistosas flores intentando localizar el encuadre idóneo. Gente y más gente paseaba por aquellos jardines de esbeltos árboles.
Abandonamos aquel valle por el Puerto de Azcárate. Y a través del cristal del bus me llaman la atención las montañas cubiertas de bosque negro. En el fondo de los valles campos de maíz y baserris desperdigados por la ladera asemejando setas. Un poco más adelante un grupo de vacas de tonos beiges que no sé si son o no oriundas de esta región, y un tren surge del bosque a media ladera entre un bosque de hoja caduca pero con hojas. Pasamos junto a un Eroski y detrás unas montañas que me atrevo a decir son calizas. Cae la tarde y volvemos a Bilbao por la autopista… que menos mal que está.
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