Sierra Nevada - Capileria

Capileira 

Crónicas de campo - Sierra Nevada

Capileria, 18 de Julio

Querida familia:

Ya ha caído la noche y el pueblo dormita, aprovecho este instante en la tranquilidad de mi habitación para escribiros unas breves líneas. Solo deciros que, después de varias horas de viaje, hemos llegado sin problemas a este pequeño pueblo enclavado en el corazón de la Alpujarra. Bien sabéis del motivo de mi venida a estas lejanas tierras del este. Mañana será el gran día.

Hasta aquí nos ha traído una angosta carretera de montaña que ostenta el galardón de poseer todos los tipos de curvas del catálogo, es más, una de ellas de corte tan cerrado que nos dio la impresión de haber entrado en un bucle.
Os sorprendería ver cómo estos bellos pueblos se aferran a la falda de la montaña. A distintos niveles, surgiendo de entre los árboles, parecen escalar la empinada ladera. Y mucho más arriba, en el lejano horizonte atisbo otras cumbres mucho más altas, agrestes, desnudas, pétreas.
Hace calor. Tras dejar los bártulos en la que será nuestra morada, hemos buscado un sitio donde comer algo. Y hemos decidido entrar donde hubiera mucha gente. Al final hemos terminado comiendo a capa y mantel un menú del día algo caro. Y nos han servido los platos, como los pueblos en la ladera, digamos… de forma escalonada.

Cierto es que teníamos ganas de plantar las posaderas en algo que no fueran los asientos del coche. Lo del almuerzo ha sido un momento distendido entre risas y charlas, y fuimos dando buena cuenta de todo lo que nos pusieron por delante. Mi mala memoria no me permite recordar el nombre de los platos que nos han servido, uhmmm… sopa alpujarreña a base de almendras, de segundo no se qué alpujarreño con chorizo, morcilla y de postre… algo de la abuela. Y al salir a la calle he notado tanta pesadez… que si hubiese sido buitre no habría levantado vuelo, seguro.
Al caer la tarde hemos paseado por el pueblo. La arquitectura tradicional de este lugar es muy singular. El tejado de la casa alpujarreña es plano y se usa para secar las cosechas, recibe el nombre de “terrao”. Me ha llamado la atención que su forma horizontal sea capaz de soportar el peso de la nieve, evidentemente sí.
Este pueblo esconde rincones muy llamativos. Otro elemento arquitectónico interesante es el “tinao” una especie de techo que cubre parte de la calle y que protege a los habitantes del frío y la nieve.
Me ha llamado la atención ver a un ailanto de grueso tronco presidir la plazoleta de la iglesia, allí mora en un alcorque encalado y pulcro. En esta zona tienen un verdadero problema con esta especie foránea, raro es encontrar una tramo de cuneta que esté libre de esta especie invasora.
En la afueras del pueblo hemos tomado una senda que discurre por una ladera cubierta de gramíneas. La agradable luz de la tarde resalta la belleza de estos parajes. Aquí los desniveles son muy acusados y al pasar por unos cortados hemos preferido no mirar abajo. Este lugar se llama Barranco de Poqueira.
Sé que os gustaría disfrutar de la serena belleza de estos parajes. Se van apagando las luces del día cuando hemos vuelto al pueblo. Para despedir la jornada nos hemos tomado una cerveza fresquita en una pequeña plaza. Relajados.

Bueno… pues creo que ya está bien por hoy. Mañana retomaré la escritura. He dejado a un lado el lápiz y he cerrado los ojos, solo se oye el sonido del agua que baja por las acequias. Mañana será el gran día.

Besos a los niños.
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